Monday, January 5, 2015

TEMA DE JAZZ: El "uno" o la noche de los comunistas dormidos / JAZZ THEME: The "One" or The Night of the Sleeping Communists

by(por)  Carlos E. Mijares Poyer

g'enero: cuento-ensayo (short-story-essay)    NEW JOURNALISM, NUEVO PERIODISMO



escrito: enero 1990 La Habana, Cuba. written in Jan. 1990, Havana, Cuba.

- El autor y marketero Carlos Mijares Poyer vivió, trabajó y estudió en La Habana, durante 7 anos, igualmente en Estados Unidos durante 20 lustros, y el resto en Venezuela. 


-The author and marketer Carlos Mijares Poyer, studied, worked and lived in Cuba during 7 years, equally lived in the United States of America, the best country in the world during 20 years, and the rest of his life in Venezuela.



-Enviado a la redacci'on del Suplemento Cultural del Diario Venezolano "Ultimas Noticias" en el 2000. Censurado y no publicado, la 'unica pieza escrita de mi autoría que no fue publicada entre 1989-2001. -Premio Nacional de Periodismo y Cultura en colectivo de autores.-

-Sent for publication to the Ultimas Noticias Venezuelan Daily Newspaper in the year 2000, censored and not published, the only piece of writing I sent that was not published. between 1989-2001. Culture and National Journalism Prize in a team of writers and journalists.

Jazz Theme.  The "One" or The Night of the Sleeping Communists (will be available in English).


Tema de Jazz.  El "uno" o la noche de los comunistas dormidos


      Escribiendo, el sonido del jazz ordena el silencio y lo enaltece como yema de dedos que van palpando tu mejilla.  La historia está dentro de la religiosidad del ímpetu, en la redondez camaleónica del "bop".  "Hard-bop", "Be-bop": géneros del jazz intransigentes; música de comienzos de la guerra fría del siglo-veinte, ya caduco -aunque latente históricamente en importancia Suprema.
     Las cuatro de la tarde; matin'e surreal, vespertino que anuncia la muerte de los muertos vivientes que deambulan las calle con las bocas abiertas.  Indios cit'adinos del capitalismo neoliberal salvaje latinoamericano; persiguiendo el d'olar hasta el horizonte donde el mundo se acaba y los detractores de Cristóbal Col'on tenían razón:  el mundo no es redondo?, es como una moneda de d'olar de plata que la gente persigue ante cada instante fugaz del d'ia, lejos de la dignidad personal o colectiva, atareados de trajes comerciales oscuros como si todos fueran músicos de jazz.  Los trabajadores salen huyendo de las fábricas en todas partes del mundo, rumbo a sus hogares de antano pensando en el pr'oximo voto.  (Nos regalan internet e imagenología telefónica y votamos por mismos, es un reciclaje sicológico).  Los trenes silban y llegan a su próxima estación, donde el tumulto de gente los desajoja, tras haber sido invadidos; es un ritual silencioso, apacible.  Las faldas cortas de las chicas son aireadas por los vientos c'alidos del tren subterráneo y, sus cabelleras giran al comp'as del vaivén que ellas mismas le ofrendan.  El foco de las imágenes se torna granulado, como si la foto tratáse de transmitir un grito sin sonido.  La foto de un rancho o favela en el cerro, de una gran ciudad, que pareciése que va explotar en miles de pedazos de miseria.
      Muchas son las almas que han fluído en el frenesí de su propio arrojo, ante los rieles del tren; el suicido ilógico que te ve escapando de la vorágine de contrarios que nadan en las superficie citádina.  El espinazo de los rascacielos se estremece ante cada fallecimiento, y el ritual del tren continúa su procesión serpentina, como gusano que carcome el cerebro de la tierra supuestamente post-moderna.
     La meditación de la gran ciudad comienza a avisorar la marea alta, que se traspone y resurge entre las siete y nueve de la noche: es el "Prime Time" del mundo; eje de la cultura norteamericana, que nos aprisiona y nos libera mientras envejecemos lentamente.  La hora en que la mayor cantidad de ojos hacen contacto con la luminosidad pragmática del televisor, que tiene tantos noticieros, que no se sabe si la violencia es real, está en el pasado, o no aconteció.  Hasta que un futuro no muy lejano, ha de perecer un ciudadano desplomado en la calle, heridos por una bala perdida, de tantas que venden como maníes o como perlas robadas de un collar ficticio que, redondea el cuello de tu vida, que contiene el último eslabó, de una cadena de hechos irrepetibles aisladamente, solo apreciables en tu an'alisis, en tu conciencia social.  O burla del capitalismo disfrazado de socialismo hacia los hijos de una naci'on, que llora porque no encuentra una riqueza que anuncia pero no aparece, sino que se cuela tras la vidrieras de los negocios ficticios, para llevar el mismo dólar del cual estábamos hablando al principio, y ven como da vuelta el mismo argumento, para caer en lo mismo; y así nos tienen, en los mismo (mientras sigue subiendo el precio del dólar en latinoamérica, mientras sigue el hambre y los marginales miden las calles, vestidos de blue-jeans), hipnptizados por la televisión, la radio y leyendo el periódico desesperadamente, en busca de una oportunidad lujuriosa, porque como dec'ia Hector Lavoe (filósofo sociológico a través de la música):  "...tu amor es un periódico de ayer...".  Esta caja de pandora que es la televisión banal latinoamericana y norteamericana, agita su iris para atrapar la circulación de tus retinas estrelladas, con caballitos de mar en tus pupilas, arrastrados por una estruendos marea oceánica, hacia los fondos abismales del quehacer humano.
     Parejas jóvenes y no tan jóvenes, hacen el amor en secreta desesperaci'on-de-veces.  Antes de que algún estallido o nueva emanación, troque la virtualidad de la vida -pensamiento atributo de la materia.  Las moscas hacen ceremonia cerca del vidrio corrugado de la ventana.  Una mosca se posa sobre mi mano, y yo reflejo su rapidez, en la lentitud relativa del pensamiento.
      Había caminado al jazz-bar más cercano.  Entré por la puerta giratoria de vidrio verdoso y sentí el frío del aire acondicionado dentro del local.  Me senté en una mesa equidistante a los m'usicos y, a la salida de emergencia, porque siempre estaba atento a un nuevo accidente.  Era una paranoia-delírica muy personal.  El caos pululaba la instauraci'on de un desorden.  El tal orden habitaba una bocacalle que explota de tanto silencio.
     La canci'on que tocaban los jazzistas no es de especial inter'es.  Lo que sí valía aún m'as en aquel entonces, era la religiosidad del Amor Supremo-A Love Supreme, contingente de la música.  Amor al prójimo, a la naturaleza, a la madre y al padre, al hermano.  Esta sí era una pieza del saxofonista tenor muerto, de Carolina del Norte:  John Coltrane.  O, tal vez, era la música de Miles Davis con su labio roto, de tanto tocar la trompeta de color negro, mientras ve'iamos fluir la sangre del labio negro y viejo, ya muy cicatrizado, manchaba aquella boquilla, y terminaba de tocar Kind of Blue.  Verdaderos progresistas a través de la música.
      Lo que sí me llamaba la atención, era que terminaba un solo, el saxofonista o el trompetista, y la noche de 1956 o, era el ano 2000, no se sabe, se regocijaba como ante una deidad, y después... tras unos momentos sublimes, el piano entraba en escena, cavilaba telúricamente, y el público aplaudía "a posteriori" -el solo del instrumentista ya latente en el pasado como atributo del presente y del futuro.
      Acá, entraba o estaba el "uno", en su constante presente.  No tenía pasado ni futuro, y sólo era conocido por los m'usicos y algunos oyentes privilegiados.  El ocaso de la muerte acechaba...  La apreciación del "uno" era intuitiva, pragmática, como la apreciaci'on artística cercana de la muerte.  Había visos de música espanola en el deletrear, entre las l'ineas de los compases:  hacia una rumba, un guaguanc'o, un occh'un que marea la tortículis del asiento, sobre un piso giratorio que dibujaba un espiral blanco y negro, hacia el infinito.
      El silencio en el jazz-bar era tan sepulcral que se pueden o se pod'ian escuchar los cubos de hielo derriti'endose dentro los vasos.  Hab'ia un mosaico de personajes propios y ajenos al bar, personas extranas. una jipi que venía y volvía, vendiendo rosas y cigarrillos, se acercaba a una mesa donde estaba sentada una pareja.  Pero, al hombre no le parece suficiente regalar una flor, y besa a su amada.  Se convierten en una sola flor que ofrenda sus pétalos a la violencia.  La dialéctica de la espina que sufre tu sangre en vórtice.
     La luz de los focos azules que iluminana el escenario de los músicos, desdibujar como una lluvia de polvo blanquecido que pulula en el ambiente.  Nos percatábamos, que el aire que respirábamos, estaba poblado de millardos de diminutos seres que se cuelan por nuestras naríces.  El alcohol en las bebidas, hacía que la etiqueta de la botella se agigantára de colores sensuales:  el verde botella y el dorado rey.  Alguna muchacha elegantemente vestida, encend'ia un cigarrillo mentolado...  Los rostros de los otros oyentes de jazz-bar eran de cabezas alargadas, como recias caricaturas de frentes henchidas, p'alidas y amplias, sanaci'on y amplitud.  Una mujer con el cabello cortado al ras de cr'aneo, estaba sentada en el primera serie de mesas, vestida de blanco-santo.  Alguna emanaci'on Yorub'a.  Fumaba un tabaco cubano de marca Punch como el actor Dennis Hopper (de la peli La Masacre de Tejas), o uno marca Montecristo como el editor norteamericano del Paris Review George Plimpton que pudiera a ti, tambi'en entrevistarte literariamente como a Jack Kerouac, el humo flotaba líquido de aroma picante y discreto, recio, sobrio como la noche urbana.  Hacía pensar en la poesía y el arte de escribir.  De escribir versos y canciones acompanadas por un bong'o de Chano Pozo, MANTECA, mientras un chal azul se desliza tras las cornizas de los balaustres de los edificios blancos, grises y estóicos.  Recias esquina que esconde tu rostro.  Amor que ha cambiado o desaparece de la historia.
   Por alguna razón, no escuchaban los xylófonos o vibráfonos del afamado latin-jazzista Cal Tjader.  Era un jazz "cool", diáfano y meditativo, como el aire -cuasi filosófico, como el de La Orquesta de Jazz Moderno (The Modern Music Orchestra).  Y, allí, estaba el "uno", como ente numérico y rítmico primordial en la música, como un sentido adicional del mundo convulsionado -como la mordida del vampiro adolescente que te excita.  Reportaje entre el sueno y la realidad que pronosticaba otro coito con el destino.  Y, éramos idealistas objetivos -todos-: "...las heridas se curan con sangre", como dijera José Martí, y su ideario teórico.
   Se oyen en su vibrar, las gruesas cuerdas del contrabajo.  Y hay tres bellas modelos que reparten vouchers para una rifa.  Tienen el maquillaje implantado en la piel, como las prostitutas de Pablo Picasso, sólo que éstas si se mueven rápidamente.
   Hay un desfaz en el ritmo, y se pierde el "uno" momentáneamente en el conteo que transcurre en la mente de los músicos.  Es un concepto comparativo y musical, único del jaz, búscalo en www.google.com , pregunten por allí, -atrápenlo.  El baterista sonríe con sonrisa americana, The American Smile del pianista accede y acepta la señal con la mirada y dice sí accediendo con su rostro, el público escucha, gira la puerta giratoria, con silbido aleteo de transparencia, y de nuevo, vuelvo a escuchar un acorde que centra en su lugar en la abstracción de la mente: el "uno"!  Las modelos más inocentes, est'an ausentes de lo que pasa, pero las modelos más bellas acuden.  Un avión pasa por encima de nosotros a miles de de metros de altura.  Quizás est'en escuchando el jazz, o viendo una peli o un filme de Claude Chabrol.  Es la misma vida, en diferentes escenarios.  Un mundo de surreales posibilidades pragmáticas, lejos de la causalidad zoocializtoide, o la causalidad albedríica-capitalistante,- implacable!
   La fila de fanáticos de la música, aguardantes como el motor de un taxi que espera a un pasajero frente a la puerta de un edificio.  Aguardan fuera del bar y su gran zool'ogico de personajes.  Expectantes, la ansiedad arremolinada en sus sienes, sentados en los contenes o aceras de la calle fr'ia y gris como el concreto.  La fila de aguardantes era corta, pero hab'ia una representaci'on notable de los personajes bosquejados pertenecientes a las subculturas: bohemios profesionales, con sus guindajos de frutas bajo los brazos, como los integrantes del grupo francés de rock-jazz Gong, los sicodélicos salvajes, y las melenas, parados de medio lado, en espera del próximo movimiento de la fila.  Otros mantenían sus poses hollywoodenses, mientras el automóvil de la policía pasaba por el frente, con sus ojos y linterna, mirando nuestros ojos, en busca del rostro del crimen o de la ausencia de la libertad, como condición de una urbanidad enajenante.  Todo tema de jazz tiene una historia corta o larga de alienación que contar.  El dilema de los negros en Estados Unidos y demás minorías perseguidas y manipuladas con el entretenimiento y la información como único ente subliminal de poder. El delito estaba en la emanación del "uno"; los policías con toda su experticia, no lo podían verlo, mucho menos sentirlo.  En aquel momento estaba afuera, lo que adentro podia haber estado, el nuevo dilema que se presenta a cada instante, delante de cada decisi'on que tomas.   No cuando es un sueño o una fotografía, sino cuando el gatillo del verbo alude a tu condición de muerto viviente. Y, caminas.
   El agua corría por las calles hacia las alcantarillas, una pequeña flor amarilla crecía entre las grietas del pavimento en fotografía en blanco y negro.  Había un hombre de impermeable gris y sombrilla negra en la esquina, tal vez era el asesino de Kennedy, -no llovía que extraño.  Una prostituta muy alta, lo miraba desde una ceranía.  Nunca ocurrió el encuentro.  Allí, el Amor Supremo permaneció detrás de alguna vidriera.  Pero, las vidrieras se rompen.
   Empezó a oscurecer sin aviso, ni siquiera un refulgir anaranjado-violeta, que anunciara las clausura del día.  Una luz de neón fría, ténue y vibrante, se escapaba de una habitación en un edificio mal oliente, como a cinco años luz del nivel del mar.  Tal vez era la habitación de algún escritor perdido y olvidado, recogiendo sus memorias marginales esperando ser remunerado por su sacrificio.  Palabras en un orden caótico que, sólo un loco podía descifrar, porque se habían derramado de un diccionario.
   Abajo en jazz-bar, otras gentes se congregaban, y yo adentro con la suave música, sentía su abejeo mundanal.  Suerte de masaje mental.  Había de estar pensando en voz baja, como soñando despierto sin caer en lo onírico.  Me asustabe todo aquello esotérico -pero, qué es lo esotérico?  Si, ésto es negativo, lo esotérico me refiero, entonces qué es positivo en las artes?  Como lo neoliberal en el cerebro.   Me asustaban los sueños profundos, especialmente porque reconocía el mal y el mundo que transcurría alrededor y sin mi.., como un último remolino paradisíaco en el océano.  El ahogo esta en la respiración.
   Ya estando diáfanos de mente y dentro del bar, se me ocurrió mirar hacia atrás, no al pasado.  Más bien a una figura de un hombre robusto y alto que yacía en la zona posterior y más lejana del recinto ya lleno del humo de los cigarrillos.  No se distinguía su rostro, un espejo nada más.  Me parecía escuchar como su sangre fluía.  Vestía de gabardina larga como los góticos adolescentes que asesinaron a sus propios compañeros de estudios, en el pequeño pueblo de Littleton, Colorado, en Estados Unidos.  Los meseros que atendían las mesas y clientes deambulaban de allá para acá en constante prisa, el movimiento del mundo en sus rostros.  Más rápido que la luz, el sonido del platillo de la batería, el neón, una gotera olvidada en algún grifo lejano, luego, la figura del hombre del bar que ya no estaba... la sombra en tu pupila.
   La música comenzaba una balada de jazz, llamada Stella by Starlight, los platillos del baterista alumbraban asombrosamente el recinto.  El piano pesado y tenebroso, cavilaba por senderos remotos, casi como pensando en voz alta.  Y, luego, entraba apaciblemente la trompeta con sordina.  Stella, es el nombre de una mujer, y, by Starlight, significa, ...a la luz de las estrellas.  Este era el romance de este nuevo estandard o clásico de jazz en nuestro escenario minimalista, para los que no pueden ver ciertos colores o tamaños.  Cada viso de asonancia que promulgaba la música, era respaldado por un pensamiento espontáneo, una improvisación de los latidos del corazón malquerido, y seguro de su paisaje.  Romance Capitalista vestido de corbata y mujer de guantes blancos manchados de sangre.  Danesa que lee su propia versión de Hamlet y critica a los demás porque no son tan puros como ella.  Abogado comercial del negocio de la muerte, técnica y ciencia de la oferta y la demanda, que huye de la ciudad norteamericana a una isla comunista, sin recursos, para encontrarse con que estaba equivocada en buscar el amor en un territorio donde no hay luz, la luz del arte y la visión.






CONTINUAR'A LA TRANSCRIPCI'ON, TRANSCRIPTION TO BE CONTINUED!








CONTINUAR'A-TO BE CONTINUED.






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